En junio de 1992, por carambolas del destino y el esfuerzo de mis padres, con solo 11 años de edad, estaba rumbo a la Expo Universal de Sevilla en la excursión de fin de curso de los de octavo de EGB. Era la primera vez que iba a dormir tan lejos de casa, la primera que iba a ver una Exposición Universal y la primera que tenía la responsabilidad de custodiar la cámara de fotos de la familia, una compacta de Kodak con un carrete de 24 exposiciones. Más emoción y responsabilidad en el cuerpo de un niño, imposible. […]