(Mis) 11 consejos de fotografía y viajes (II)


Hace unas semanas os acercaba una propuesta, personal y subjetiva, con una serie de consejos sobre mi forma de abordar la experiencia fotográfico-viajera. Se trataba de unos primeros pasos que no pretendían ser de ninguna manera un corpus cerrado, inamovible y, ni mucho menos, categórico.

Hablamos de lo importante que es planificar nuestra aventura, pero también de que hay que dejar espacios abiertos a la improvisación, y de que seguramente no te habías planteado nunca lo importantes que son unos zapatos cómodos para el fotógrafo viajero. Esbozamos lo que serían los fundamentos básicos de una gramática de la imagen (si es que esto existe de algún modo) y del debate color y blanco negro, para acabar invitándote a que busques el premio gordo, esa “buena fotografía” que radiografíe tu experiencia viajera.

Aunque os advertía de que siempre serán más las preguntas que las respuestas, y a pesar de que siguen corriendo malos tiempos para los viajes y desplazamientos, os invito a dar los últimos pasos de mi propuesta. Porque el mundo sigue estando ahí fuera, esperando, dispuesto a ser contado, dispuesto a ser fotografiado.

6.- De cazadores, pescadores y recolectores

“Procura ser un fotógrafo, nunca un obstáculo. En eso consiste todo”. Tino Soriano.

Aunque podría parecer el encabezado de un capítulo de Jara y Sedal, no vamos a hablar aquí de actividades cinegéticas o agrícolas, sino de las distintas posiciones que podemos adoptar como fotógrafos cuando decidimos usar nuestra cámara para mostrar la realidad de nuestro viaje. Se trata de diferentes patrones fotográficos de conducta que, si bien no son excluyentes, van a marcar posicionamientos distintos ante la realidad fotografiada. Conviene conocerlos para, en primer término, saber con cuál nos identificamos más y, a posteriori, tratar de optimizarlos conociendo las herramientas que son características a cada uno de ellos.

El fotógrafo “cazador” es aquel que sale dispuesto a explorar la realidad de un destino buscando que ésta le sorprenda, sin apenas intervenir en ella, tratando de capturar con su cámara momentos significativos. Es una forma de fotografiar que se identifica mucho con la fotografía callejera más purista y ortodoxa, en la que recorremos una ciudad o un entorno casi vagabundeando, sin destino fijo, preparados para actuar cuando algo llame nuestra atención. Se trata de un enfoque eminentemente reactivo en el que se actúa y sacan fotos en base a lo que sucede, y en el que nuestra intuición, rapidez y sigilo, son piezas determinantes.

Fotógrafo vestido de cazador. Consejos de fotografía y viajes, el fotógrafo cazador.
Fotógrafo cazador excesivamente metido en el papel. © Tino Soriano.

El sueño de todo fotógrafo cazador es ser invisible, para poder visitar y fotografiar con total libertad, sin el temor a que nuestra mera presencia genere interferencias en la realidad que pretendemos conocer y retratar. Pero esto, a veces, sino siempre, es una auténtica quimera. Hay sitios, sobre todo cuanto más alejados estén de tu lugar de origen, en los que irremediablemente serás un guiri, o un “bule” que dirían en Indonesia, y tu presencia será detectada a kilómetros de distancia.

Por desgracia, aún no se ha inventado una capa de invisibilidad para incluir en nuestro kit viajero. Lo más a lo que podemos y debemos aspirar es a fotografiar con la mayor discreción, rapidez y  sigilo que sea posible, tanto a la hora de identificar situaciones de interés como, sobre todo, a la hora de hacer “click”.

En este sentido, el primer libro de fotografía que deberías de leer (y estudiar) es el manual de instrucciones de tu cámara de fotos. Tienes que conocer a la perfección la herramienta que estás empleando para contar tu visión del mundo, hasta el punto de hacer bueno el dicho de que la cámara se acabe convirtiendo en una extensión de tu mano. La realidad siempre será más impredecible, más rápida y más sorprendente que tú. No le des facilidades cuando pasa por delante de ti, mientras estás mirando con cara de póker los botones de tu cámara, pensando cómo resolver una situación que ya ha pasado a mejor vida cuando reacciones.

Fotografía en Tel Aviv de Forrest Walker barrio judío
Aquí Forrest Walker actúa como un fotógrafo callejero «cazador» puro en esta toma en el barrio de Benei Brek en Tel Aviv. Todo su trabajo es sumamente interesante, pero 100 Major cities list es una «Biblia» visual y de información útil de campo. © Forrest Walker.
Fotografía y viajes con Martine Franck
Todos nos hemos movidos en entornos tan vacacionales como el de esta imagen, pero sacar una instantánea así solo está al alcance de miradas tan entrenadas como la de Martine Franck. © Martine Franck.

Adicionalmente, y aunque sea poco ortodoxo en determinados foros, en tus estrategias de “caza” no deberías renunciar completamente a los automatismos que te ofrece tu cámara, ni a elementos que te pueden ayudar a tomar fotos más rápido, como puede ser la hiperfocal. Este consejo es especialmente interesante sobre todo si te vas a mover en entornos muy complejos y cambiantes, con mucha vida, como pueden ser mercados, fiestas o reuniones populares.

El buen fotógrafo no es aquel que dispara en manual. El buen fotógrafo es aquel que saca la fotografía que tiene la intención de sacar y que se vuelve a casa con ella. Poco importa cuando la estés observando en la pantalla de tu ordenador, o mejor aún, en papel, qué procedimientos técnicos has empleado para conseguirla. Las herramientas son un medio, nunca un fin en sí mismo.

Foografía de Garry Wunogrand en Nueva York
Aunque puristamente no es un fotógrafo viajero, de Garry Winogrand podemos aprender infinidad de cosas, especialmente fotografía de calle en estado puro. © Garry Winogrand.

Lo que no te va a enseñar ningún manual, ni siquiera el de tu cámara de fotos, es a desarrollar dos habilidades básicas para todo fotógrafo cazador, que son la intuición y la capacidad de improvisar. El único camino hacia ambas es la práctica, que nos conducirá al hábito. Cuanto más viajamos y cuanto más fotografiamos, mayor es nuestra capacidad para identificar entornos interesantes y de reaccionar ante los mismos.

Tenemos que aprender a viajar con la cámara escondida y con los ojos muy abiertos, pero sabiendo actuar de forma casi automática cuando algo llama la atención de nuestra mirada. La fotografía se convierte en ese punto en algo más intuitivo que reflexivo, en el que lo emocional, la experiencia, está por encima de los requisitos técnicos, aumentando así exponencialmente nuestras posibilidades de resolver una situación que nos conducirán a una foto.

“Si dejamos en paz al mundo y tan solo lo colocamos, sin decorarlo, frente a la cámara, su simple presencia puede ser arrolladora”. Eduardo Momeñe.

El fotógrafo “pescador” es aquel que identifica un entorno o situación interesante y lo trabaja hasta que consigue su foto. Ni que decir tiene que la línea que separa a un fotógrafo cazador de un fotógrafo pescador puede ser difusa. Estamos hablando de enfoques que pueden ser perfectamente complementarios, pero que se entienden desde ópticas de trabajo distintas.

Cuando te decides a “pescar” operas de manera más proactiva, con un teórico mayor control del entorno en el que trabajas. También lo haces de una forma más reflexiva, ya que vas contruyendo tu imagen según lo que has identificado y que ha llamado tu atención. Es solo cuestión de tiempo, de esperar a que se den las circunstancias que buscas para cerrar el círculo y que esa fotografía que previamente estaba en tu cerebro tenga lugar.

Actuar como un pescador es una buena estrategia para conseguir imágenes distintas de entornos sobradamente conocidos, de forma que nuestra fotografía no sea otra mera postal repetitiva de un lugar que todo el mundo identifica. Apostarte con tu cámara en un punto muy turístico o de interés (piensa en la torre Eiffel, en Times Square o el Taj Mahal) y esperar a que se dé una situación “interesante”, diferente, convertirá a tu fotografía de ese lugar en algo único, personal  y, por tanto,  irrepetible.

Consejos de fotografía y viajes. La paciencia.
En esta imagen la fotógrafa Clara Zhu, «pesca» en uno de los puntos más incónicos de Bogotá, su Plaza de Armas, y espera a que se den las circunstancias para mostrar una imagen más original y dinámica. © Clara Zhu.
Consejos de fotografía y viajes para fotografiar Paris con una imagen de Willy Ronis
Una imagen que identifica claramente su ubicación, pero que se aleja de los tópicos y estereotipos que le son propios. © Willy Ronis.
Hombres y mujeres en el Museo del Padro viendo la Maja desnuda y vestida
Identifica un escenario de interés y simplemente espera a que se dé LA situación. Otra gente prefiere hablar de suerte. © Elliot Erwitt.

Ni que decir tiene que la paciencia es la cualidad básica del fotógrafo pescador y que estamos ante una figura que se encuentra en las antípodas de lo que José Manuel Navia denomina topofobia, ese proceder malsano que nos lleva a saltar de forma rauda de una parte a otra sin estar realmente ni disfrutar de ningún sitio.

Siento desmontar el tópico instalado en el imaginario colectivo popular que identifica la vida de un fotógrafo viajero con una epopeya continua en la que las aventuras se suceden de forma raúda e infinita. No, en absoluto. En demasiadas ocasiones la vida de ese fotógrafo viajero puede llegar a ser a ojos externos tremendamente aburrida, ya que es muy habitual estar apostado horas en un sitio esperando a que se de esa foto que buscas. Esto hace también que los fotógrafos seamos unos malos compañeros de viaje. 

“No tomas una fotografía, la creas”. Ansel Adams.

En último término, el fotógrafo “agricultor” es aquel que construye casi por completo la escena y, por tanto, la fotografía. Igual que si un director de arte se tratase, interfiere totalmente en la realidad para, en la medida de lo posible, ajustarla a la idea que quiere mostrar al mundo, adoptando una postura muy interactiva con el entorno en el que se mueve. Este tipo de aproximación es habitual cuando ejecutamos retratos en los que dirigimos al modelo, o cuando se construyen bodegones de elementos característicos del lugar que visitamos.

Retrato. Consejos de fotografía y viajes.
El retrato es una de las disciplinas más difíciles fotográficamente hablando. A la pericia técnica se une la responsabilidad de saber conducir y sacar el mejor partido de tu modelo. © Alessandra Meniconzi.
Fotografía geisha Jodi Cob
Una maravilla de retrato, obra de Jodi Cobb. ¿Os suena de algo la forma de jugar con los colores y la luz? Volved a repasar la entrada anterior… © Jodi Cobb.

También es habitual que actuemos como “agricultores” cuando se trabaja en un encargo en el que, normalmente por limitaciones de tiempo, hay que asegurar el resultado porque un cliente lo va a validar según sus estándares. En este punto, conviene no confudir este tipo de aproximación con muchos viajes fotográficos organizados, en los que se construyen auténticos tinglados prefabricados para deleite de fotógrafos, normalmente de alto poder adquisitivo, que solo tienen que hacer click para tener una foto exactamente igual que la de su compañero de al lado. Aquí no estamos creando nada, nos lo están creando, y puede incluso que nos estemos embarcando en una “aventura” de dudosa ética fotográfica y viajera.

No seré yo quien le diga a nadie cómo tiene que hacer las cosas. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

Ni que decir tiene que la cualidad más importante de un fotógrafo “agricultor”, al margen de sus habilidades creativas, es, por fuerza, su carácter extrovertido. Se necesita de mucha simpatía, don de gentes, labia y saber estar, para generar esa relación cercana con gente a la que no conoces de nada y conseguir que acaben “actuando” para ti. Gonzalo Azumendi, lo explica muy bien cuando dice “es el carácter lo que te ayuda, que es herencia y medio. Es decir, genética más ambiente. Si eres extrovertido es más fácil la relación con la gente. Si eres introvertido, tus fotos serán más intimistas. Y cuanto más claves culturales tienes, mejor por supuesto para todo”.

Conseguir que dos punks, en Rusia, se pongan a tu servicio para construir una imagen tan atípica de la Catedral de San Basilio en Moscú, sólo está al alcance de alguien como Gonzalo Azumendi. Imperdible su canal de Youtube. © Gonzalo Azumendi.

«Todo uso de la cámara implica una agresión».  Susan Sontag.

Tal y como hablábamos al principio, conviene no considerar estas tres figuras como enfoques excluyentes. En un viaje, en un momento dado, todos podemos y debemos saber comportarnos como fotógrafos cazadores, pescadores ó agricultores, según lo requiera el contexto en el que nos movamos, sabiendo sacar el máximo partido de la ocasión que se presenta delante de nosotros. Lo que sí deberían de tener en común cualquiera de estas tres aproximaciones y ser al mismo tiempo nuestra principal guía como fotógrafos y como viajeros, es actuar siempre con respeto. Respeto a la realidad que visitamos (sus gentes y costumbres), respeto al oficio de fotógrafo y respeto a nosotros mismos como individuos.

La fotografía puede ser un acto muy “agresivo” y, restricciones legales que puedan existir al margen, a mucha gente no le agrada ver como un desconocido le apunta con una cámara. Incluso terminológicamente hablamos de “disparar” y de “quitar” fotos.  No debemos convertirnos nunca en fotógrafos maleducados y prepotentes que, cual Atila en su caballo, van sacando fotos sin la menor consideración hacia el sitio que visitan. Todos queremos una buena foto y, aunque a veces es mejor pedir perdón que pedir permiso, también hay que recordar que el fin no siempre justifica los medios.

7.- Trabaja la cercanía

“Si tus fotografías no son lo suficientemente buenas, no estabas lo suficientemente cerca”. Robert Capa.

Esta frase, acuñada por Robert Capa y repetida hasta la saciedad, constituye uno de los grandes mantras del mundo fotográfico. Pero con esta cita sucede como con las buenas fotografías, nos solemos quedar en una primera lectura, más superficial, y obviamos un significado más profundo que nos puede abrir nuevos caminos que seguro va a merecer la pena transitar.

Andre Friedmann y Gerda Pohorylle
Gerda Pohorylle y Andre Friedmann, las dos personas que estaban detrás de Robert Capa. © Getty Images.

En una primera acepción, quizás la más extendida, el fotógrafo húngaro nos incide en la idea de que la cercanía física es uno de los parámetros más importantes para conseguir grandes imágenes. Ya hemos visto cómo acercarnos a lo que queremos fotografiar suele redundar en composiciones más limpias en las que, al eliminar todo aquello que no aporta ninguna información, conseguimos atraer de forma más efectiva la atención de las personas que van a ver nuestras imágenes. Trabajar cerca de la realidad, en un intervalo de entre 3 y 5 metros, nos va a permitir captar y transmitir mejor las características del entorno que nos rodea, sin interferencias ajenas al mensaje que queremos transmitir.

Esta cercanía a la que aspiramos y que vamos a buscar en nuestras fotografías se suele llevar mal con los objetivos tipo zoom ó teleobjetivo. Muchas veces, por timidez o por pura vagancia, empleamos erróneamente estas herramientas, pensando que podemos acercar a nuestros ojos el mundo fotografiado simplemente haciendo zoom con el objetivo de nuestra cámara y resolver así el problema de la cercanía. Pero nada más lejos de la realidad. No es lo mismo aproximar el mundo a nosotros, que aproximarnos nosotros a él.

La elección de la óptica también va a afectar al resultado final de nuestra imagen y, en este sentido, son las focales fijas (24, 35 y 50 mm por ejemplo) las que van a sintonizar mejor con esa idea de cercanía física, porque nos van a obligar a usar nuestras piernas para acercarnos a la realidad fotografiada. Así que ya sabes, menos zoom y más patas.

Cuidado llevar los consejos al extremo. © Kawika Singson.

“Nos hace falta tocar y que nos toquen, percibir en la piel la lengua caliente del trópico y el arañazo de las uñas del frío del glacial…El viaje es, sobre todo, una aventura sensorial  y sentimental”. Javier Reverte.

Pero la transcendencia de la mítica frase de Robert Capa no se agota en la literalidad de la misma cuando se refiere, aparentemente, a una idea de cercanía física para tomar grandes fotografías. De hecho, es probable que la grandeza de la cita del fotógrafo de origen húngaro radique en una segunda acepción quizás menos evidente. Para conseguir buenas fotografías no basta con la cercanía física, es necesaria también, y probablemente sea más importante, la cercanía emocional, una conexión sincera con la realidad fotografiada, construida siempre desde el conocimiento y el respeto.

Visitar un lugar es mucho más que una experiencia de aproximación física, es más si cabe, una experiencia de aproximación emocional. Los sonidos, los olores, los sabores, el ritmo… todas esas sensaciones intangibles, pero absolutamente reales, conforman el mapa sensorial de un destino y son parte imprescindible de la experiencia de conocer una ciudad o un país en toda su grandeza.

Por supuesto, también está la gente. El factor humano es el elemento diferencial de mi idea de viajar. Algunos de los mejores recuerdos de tus viajes serán los momentos vividos con los habitantes de los lugares visitados. Un gesto de complicidad o de infinita amabilidad, una sonrisa tímida, incluso algún malentendido o confusión que acabará construyendo una anécdota… Desarrolla tus habilidades sociales, aprende un mínimo del idioma local (hola, adiós y gracias) y esfuérzate por ser cercano, pero siempre desde el respeto y huyendo de conductas invasivas. Todo forma parte de la experiencia y de esa cercanía emocional que, si eres capaz de conseguirla, así también lo trasladarán tus fotografías.

Pocos como José Manuel Navia con esa habilidad de sacar fotografías tan sensoriales y tan cercanas emocionalmente hablando. © Navia
Otro ejemplo del maestro. Es cuestión de tiempo, de habilidades sociales, de cercanía. Nadie dijo que fotografiar fuera solamente saber manejar una cámara. © Navia.

Esta cercanía emocional se puede y debe construir también desde una perspectiva más académica. Antes de visitar un lugar es necesario hacer una aproximación, por mínima que sea, a su realidad cultural, histórica, religiosa y social. Todo esfuerzo que se pueda hacer en este sentido, será una inversión que ofrecerá enormes réditos una vez se esté en el destino. La calidad de nuestra experiencia viajera, y por tanto de nuestras fotografías, no va a depender en exclusiva de nuestra pericia técnica manejando la cámara. Lo hará también, más si cabe, de nuestra capacidad para relacionarnos con el entorno visitado, de comprenderlo y abordarlo, en una palabra, de disfrutarlo en un sentido amplio del término. Para ello es necesario un mínimo esfuerzo de documentación y conocimiento previo.

Como viajeros, sería un grandísimo error desembarcar en los Balcanes y no conocer algo de su historia reciente y de sus conflictos bélicos, así como viajar a través de un país musulmán sin conocer un mínimo de su etiqueta religiosa, o recorrer Europa Central ajenos a la barbarie que supuso la Segunda Guerra Mundial. No se trata de ser un experto historiador, antropólogo o sociólogo especializado en el terreno visitado, pero unas mínimas pinceladas en estos terrenos, además de poder ahorrarnos algún problema, van a enriquecer sin duda nuestra visita en la línea de esa cercanía emocional a la que se refería Capa. Además, nunca antes hemos tenido tantas herramientas ni tantas posibilidades que nos pueden ayudar en esta tarea: cine, literatura, música, fotografías… son fuentes inagotables de recursos para construir esas mínimas pinceladas que sin duda van a enriquecer nuestro viaje.

8.- Viaja por carreteras secundarias.

“Elige un país, maneja guías para indentificar las áreas más frecuentadas por los extranjeros… y ve en la dirección contraria”. Paul Theroux.

Aunque este consejo del escritor estadounidense peca de incorrección política y de un halo de arrogancia, no deja de encerrar un cierto sentido de realidad. En este mundo globalizado y casi perfectamente mimético, cuando viajamos, todos acabamos transitando, en mayor o menor medida, lo que Tino Soriano denomina “la senda de los elefantes”, esos circuitos perfectamente trazados y pensados para turistas en los que se reproducen experiencias y, en último término, también fotografías.

Fotografía y viajes con Martín Parr. Acrópolis. Grecia.
Martin Parr es, probablemente, el fotógrafo que mejor y más sarcásticamente ha tratado el auge del turismo de masas. Para muestra un botón. © Martin Parr.
Fotografía y viajes con Martin Parr turistas Machu Pichu
Martin Parr es, probablemente, el fotógrafo que mejor y más sarcásticamente ha tratado el auge del turismo de masas. Para muestra otro botón. © Martin Parr.

Nada más lejos de mi intención que decirle a nadie cómo tiene que viajar ni hacer las cosas, básicamente porque no existe una fórmula universal válida para todo individuo. Lejos de los debates tramposos que diferencian entre turistas y viajeros, estoy convencido de que existen tantos tipos de viajes como personas y es tarea de cada cual ir construyendo su camino y su propia experiencia viajera, aquella en la que se sienta más cómodo y a gusto, siempre según sus posibilidades y preferencias.

Pero al mismo tiempo es una verdad incontestable que el auge del turismo de masas, las redes sociales con su efecto llamada, la proliferación de tours y viajes organizados, así como las búsquedas en Google tipo “los diez sitios imprescindibles de” (póngase aquí el destino deseado), acaban por diseñar una experiencia turística que no es sino una réplica infinita del mismo viaje y, por tanto, vacío en cuanto a personalidad. Muchos destinos del mundo se han convertido en lo que Italo Calvino define como un “no lugar” y nosotros estamos ante el día de la marmota aplicado al terreno fotográfico y viajero. Si todos acabamos en los mismos sitios, es probable que todos saquemos las mismas fotos.

Cola turistas Everest
Ni el Everest se libra de la masificación turística. © Nirmal Purja.

“El arte siempre surge en lo inesperado”. Marcel Duchamp.

Es cierto que cuesta salirse de ciertas espirales tan perfectamente diseñadas. Es cierto también que, probablemente, no estemos dispuestos a abandonarlas por un criterio de comodidad o de simple efecto imitación. Pero es más cierto todavía que merece la pena apartarse, aunque solo sea de vez en cuando, de los caminos trazados para perderse por lugares más tranquilos y menos concurridos. Atreverse a transitar, aunque solo sea metafóricamente hablando, esas carreteras secundarias, suele acabar siendo sinónimo de una experiencia viajera más genuina, más personal y así lo acabarán revelado también nuestras  fotografías.

«Mi escuela era la carretera, la gente y dormir bajo las estrellas». © Bernard Plossu.

Incluso en aquellos lugares más masificados hay alternativas. Yo suelo utilizar el truco de las dos ó tres calles. En los sitios más transitados siempre existen dos o tres calles más allá del epicentro turístico con zonas muy similares, igual de agradables, pero mucho más tranquilas, en las que pasear y fotografiar sin temor de que una horda de turistas cámara en mano te atropellen cual marabunta incontrolable.

“La aventura de viajar consiste en ser capaz de vivir como un evento extraordinario la vida cotidiana de otras gentes en parajes lejanos a tu hogar.” Javier Reverte.

Otro truco que nunca falla es buscar el refugio de la vida diaria de tu destino. Una vida diaria que suele encontrarse en cafeterías, cementerios, eventos deportivos, mercados callejeros o transportes locales. No estoy diciendo con esto que no se pueda ni se deba visitar los grandes  iconos turísticos de una ciudad o país. Es más, en el consejo anterior te invitaba a buscar fotografías originales en esos entornos, pero cada día estoy más convencido de que la verdadera riqueza de un destino radica más en saber contemplar y apreciar su vida cotidiana, que en admirar sus monumentos y parajes. En gran medida, en éstos últimos, sueles descubrir que la realidad poco tiene que ver con lo que te habían contado o te habías imaginado.

Restaurante local Estambul. Consejos de fotografía y viajes.

Mujer en cafetería de París como ejemplo de Consejos de fotografía y viajes
Y así, a lo tonto, os he colado tres fotos mías entre tanto nombre ilustre. Mi blog, mis reglas.

También puedes probar con otros trucos aparentemente más prosaicos. Prueba a subirte en un bus ó tranvía local y haz el recorrido de su línea por completo. De esta forma acabarás visitando lugares de esa ciudad que nunca habrías imaginado y, además, si eres de las personas tímidas a la hora de fotografiar en la calle, siempre tendrás la seguridad de poder tomar fotos desde esa “atalaya” que es la ventanilla sin que nadie te pueda decir nada. Y no temas por perderte, si no te bajas de ese autobús, de una forma u otra, acabarás en el punto de partida.

Un último consejo. Valora, si no lo has hecho ya, la posibilidad de viajar solo/a o, al menos, si es posible, no caer en la trampa de los viajes grupales totalmente organizados. El genuino ejercicio fotográfico tiene mucho, por no decir todo, de soledad y, el viajero, probablemente también. No estoy diciendo que te comportes como un misántropo, pero viajando, y sobre todo fotografiando, dos pueden ser multitud y acabar construyendo una barrera invisible que impida que lo de fuera penetre, haciendo que tu relación con el entorno, y la de éste contigo, no tengan nada que ver. Te invito a que no le temas a la soledad viajera. Aunque suene paradójico, ésta puede ser la que provoque que las cosas ocurran.

9.- Hacia un fotógrafo Frankenstein.

“Cuantas más fotos veas, mejor serás como fotógrafo”. Robert Mapplethorpe.

Hoy día es muy difícil, por no decir imposible, ser completamente innovador casi en ningún campo. Aunque suene a tópico y contenga un punto rancio, no mentimos del todo a la hora de decir que “ya está todo inventado”. Es muy probable que, de una forma u otra, los pasos que nosotros estamos dando, tanto en el plano viajero como en el fotográfico, ya hayan sido transitados antes por otras personalidades.

De izquierda a derecha: Carlos Pérez Siquier (1971), Martin Parr (1998) y María Moldes (2014).

Esto, que en principio puede parecer un hándicap, debería de ser aprovechado como un recurso a nuestro favor. Todos tenemos influencias, gustos y referentes, y el estudio en profundidad, sin caer en la obsesión, de todas estas variables, debería formar parte de nuestras prioridades tanto fotográficas como viajeras. Te invito, si no lo has hecho ya, a confeccionar tu lista de fotógrafos y fotógrafas fetiche, aquellos y aquellas que realmente te apasionan, y a estudiarla a fondo. Si no la tienes, en estas entradas hay una gran variedad de nombres por los que puedes empezar.

De unos te puede gustar su dominio de la luz, de otros sus composiciones arriesgadas, de otros su manera de trabajar el color o el blanco y negro, otros atrapar por su filosofía de trabajo y seguro que hay quien te cautiva por sus retratos. Analízalos, estúdialos, incorpóralos a tu manera de fotografiar, porque, a medida que lo hagas y vayas madurando tu mirada, de la suma de todas estas influencias puede surgir algo distinto.

De ahí mi invitación a que te conviertas en un fotógrafo/a Frankenstein, alguien que es la suma de muchos componentes pero que destaca con personalidad propia. Que no te de reparo, todos tenemos influencias y caminamos por senderos ya iniciados por otros para, posteriormente, por imitación u oposición, acabar construyendo nuestro propio camino.

No puedo dejar pasar la oportunidad de postear aquí una imagen de Bruno Barbey, fotógrafo y viajero desde mi punto de vista no suficientemente reconocido. © Bruno Barbey.
Patrón carros fotografía monjas Steve Mccurry. Consejos de fotografía y viajes.
Figura denostada de un tiempo a esta parte, le pese a quien le pese, la fotografía de viajes no se entiende sin Steve Mccurry. © Steve Mccurry.
Mercado en Georgia donde una mujer tiene en brazos un cochinillo. Cristina García Rodero.
Cristina García Rodero nunca debería faltar en una lista personal (y universal) de referentes. © Cristina García Rodero.

“No haces fotografía sólo con la cámara. La haces con todas las imágenes que has visto, con todos los libros que has leído, con toda la música que has escuchado, y con toda la gente a la que has amado.” Ansel Adams.

La búsqueda de referencias para la construcción de ese Frankenstein no debería de limitarse al plano fotográfico. Suele existir una relación directamente proporcional entre bagaje cultural y calidad fotográfica y todo esfuerzo que podamos realizar en el primero no caerá en saco roto en el segundo. Además nunca ha sido tan fácil como hoy en día empaparse de buenas fuentes de conocimiento y de creación cultural (y hago especial énfasis en la importancia del adjetivo buenas porque conviene, ante la infoxicación actual, saber separar el grano de la paja).

El abanico de posibilidades es infinito pero, quizás, el triunvirato música, cine y literatura son, probablemente, los tres pilares más importantes sobre los que sustentar nuestro crecimiento, en primer término como individuos y, a la postre, como fotógrafos. Este tridente lo podemos focalizar también en nuestros intereses viajeros. La literatura del sitio objeto de nuestra visita, una buena muestra de su cinematografía o, simplemente, explorar algo de su música autóctona, transformarán por completo nuestra experiencia viajera, y eso lo contarán también nuestras fotografías.  

De todos modos, toda riqueza cultural palidece si siguen faltando las cualidades más importantes de todo fotógrafo viajero, y que a estas alturas deberías conocer ya: educación, respeto y empatía. Pero esto, por desgracia, no se enseña en ningún manual ni en ningún blog.

10.- Y ahora… ¿qué?. La vuelta.

“Editar es fotografiar dos veces”. José Manuel Navia.

Todo lo bueno se acaba y, salvo unos poco privilegiados que han conseguido hacer de los viajes una forma de vida, nuestros periplos por el mundo adelante suelen tener fecha de caducidad y, tarde o temprano, toca afrontar el temido retorno. Hemos sacado un montón de imágenes y cargamos una buena cantidad de gigas o, si somos más románticos, carretes.

No obstante nuestra experiencia fotográfica, aunque pueda parecer lo contrario, no debería terminar cuando cruzamos de vuelta el umbral de la puerta de nuestra casa. Es más, comienza una nueva fase tan importante, sino más, que todo lo hecho hasta ahora. Hay que trabajar todo aquello que viene en nuestra tarjeta de memoria, hay que enfrentarse a la temida edición.

Bueno, y ahora qué hago con todo esto… © Erik Kessels.

En este punto, nada más llegar, habría que descargar dichas tarjetas de memoria en nuestro ordenador cuanto antes y tener siempre una doble copia de seguridad. De nada sirven nuestros esfuerzos si, por un descuido o mala gestión por nuestra parte en este aspecto, perdemos todo lo hecho hasta ahora.

Pero una vez descargadas las imágenes conviene no enfrentarse rápidamente a ellas. A no ser que tengamos la premura determinada por una entrega o un encargo, una de las cosas más importantes a considerar es que las imágenes, como los buenos vinos, deben de guardar un tiempo de reposo. Cuanto más, mejor.

Este punto es muy importante. La fotografía tiene una parte proyectiva muy intensa y, de este modo, conseguimos desvincularnos emocionalmente de nuestra experiencia viajera y ser más objetivos a la hora de seleccionar y trabajar nuestras imágenes. De nada sirve que tengamos una conexión afectiva muy fuerte con una fotografía, muy influenciada probablemente por la reciente experiencia, si la imagen no lo narra por sí misma. La mejor vacuna contra esto es la distancia emocional que nos va a dar el paso del tiempo.

No obstante dicho reposo no debe de ser infinito. No se trata de que acumulemos imágenes en discos duros y/o carretes cual síndrome de Diógenes sin propósito alguno. Las imágenes hay que trabajarlas y nuestra labor como viajeros y fotógrafos continúa, más intensamente si cabe, en casa. Pasado ese tiempo, y con un software de revelado digital o en el laboratorio en caso de que optemos por la fotografía química, deberíamos iniciar un proceso de selección con el objetivo final de quedarnos con un puñado de fotografías que sirvan para contar nuestra experiencia viajera, que actúen como crónica visual de lo que allí vimos y sentimos.

Los programas de procesado pueden y deben ser tus grandes aliados en esta fase, tanto para editar como para «revelar». Sí, las fotos se retocan, igual que antes en el laboratorio se positivaban.

Tus primeras 10.000 fotografías serán tus peores fotografías”. Henri Cartier-Bresson.

Pero este proceso, tan difícil como necesario, pero puede llegar a ser muy tortuoso. Necesitamos una brújula que nos oriente en este desconcertante camino que, como todo, a base de trabajarlo y madurarlo acaba siendo gratificante. Dicha brújula viene determinada por dos variables: en primer lugar, hay que ser muy crítico y exigente (pero sin pasarse) a la hora de descartar y, en segundo lugar y seguro que te suena, recuerda que menos es más. Ambas ideas van de la mano y son complementarias. Cuanta más exigencia, con menos imágenes voy a trabajar, lo cual es probable que eleve la calidad de mi trabajo y, al mismo tiempo, me facilite el revelado digital ó positivado de las fotografías porque estoy manejando una menor cantidad de imágenes.

Un buen reto es hacer un primer barrido y quedarse con un 20-25% del total de fotografías de nuestro viaje y, posteriormente, pasado un tiempo, una segunda selección para dejar ese porcentaje en la mitad. Estas son las fotografías que debo de trabajar más en serio, ya sea en el ordenador o en el laboratorio, con el objetivo final de quedarme con una colección de entre 15 y 25 imágenes que, colocadas en un orden determinado, construyan esa crónica visual de nuestra experiencia viajera.

Tres años después y tras muchas horas de trabajo en la pantalla, esta es la crónica visual de mi viaje a Estambul en 2017. Si queréis, podéis ver la galería en condiciones aquí.

Rafa Badía, una de las personas que más sabe de edición y de fotografía de nuestro país, lo define de forma precisa y metafórica cuando asocia la edición gráfica final con la construcción de una pared de ladrillos, donde la unidad mayor (el muro o discurso) es más fuerte y está compuesto por la suma de unidades menores (los ladrillos o fotografías).

El reto es mayúsculo y también difícil. Hay que entender que fotografiar no es solo estar haciendo “click” con nuestra cámara durante un viaje, probablemente nuestra parte favorita y donde vamos a construir la materia prima de nuestro trabajo. La edición y el revelado fotográfico, ya sea en un laboratorio o en un ordenador, son también una parte crucial del proceso fotográfico. Hay que aprender a “enamorarse” de esta fase y recordar que, a través de ella, como recoge Navia en la cita que encabeza este paso, podemos y debemos seguir fotografiando y, esta vez, sin salir de nuestra casa.

Las manos de Rafa Badía haciendo magia editando en un taller en Banco Editorial. © Banco Editorial.

11.- No te olvides de disfrutar

“La trampa de la fotografía es que puedes terminar mirando todo a través de una cámara, en lugar de verlo por ti mismo. El visor te aísla. Cuando miras a través de uno estás eliminando todo lo demás de tu visión. La cámara puede abrir muchas puertas, pero a veces es necesario dejarla de lado y vivir”. Maggie Steber.

No lo olvides nunca. Viajamos para disfrutar, para aprender, para reír, para sufrir, para asombrarnos, para decepcionarnos, para ser conscientes de lo pequeños e ignorantes que somos, para madurar, para vivir. Hemos escogido que la fotografía va a ser la herramienta con la cual vamos a contar nuestros viajes. Pero la herramienta nunca debe de ser un fin en sí mismo, sino un medio que permita que la experiencia sea más plena todavía.

Viaja tratando de explicar al mundo cómo es el mundo para ti. No nos enseñes cómo son las cosas, sino cómo tú las ves. No se trata de actuar como un notario que emplea la cámara como una herramienta de inventario de absolutamente todo lo que ve. Eleva la cámara a un nivel superior, transmite a través de ella tu visión del mundo, pero haciendo siempre del viaje el elemento primordial y de la fotografía el secundario que lo soporta.

Tan importante como saber resolver una imagen, también lo es saber identificar aquellas situaciones en las que hay que dejar la cámara en la mochila y simplemente disfrutar o dejarse llevar por la realidad que está delante de tus ojos. Grabarla para siempre en tu retina y en tu corazón.

Actúa cuando viajas y fotografías como un ser humano en su sentido más amplio y pleno, con educación, empatía y respeto, sin aires de superioridad, apreciando, valorando y agradeciendo lo que tienes delante. De este modo gozarás de una experiencia viajera plena y éste debería ser tu objetivo fundamental. Una buena fotografía casi siempre es resultado de una buena experiencia. De un mal viaje, si es que eso existe, no van a salir buenas fotos.

 

*Tips extra:

  1. Con estos once pasos he tratado de aportar, a través de una versión personal y subjetiva, mi forma de abordar la experiencia fotográfica y viajera con el ánimo de que quizás te puedan ser de utilidad ante algunas tesituras, o te motiven a emprender nuevos caminos y abordar otras interrogantes. Pero todas estas reflexiones no deberían de entenderse como verdades absolutas, cerradas e inamovibles, porque no lo son. Al fin y al cabo recuerda que yo no hice caso al consejo de mi madre. Vosotros, quizás, tampoco deberíais hacérmelo a mí.
  2. Esta entrada, al igual que la anterior, está plagada de enlaces externos. Te invito a que los explores y le dediques el tiempo que merecen. En todos y cada uno de ellos tendrás referencias mucho más sólidas que las que te haya podido aportar yo aquí.
  3. Me encantará leer tus comentarios, opiniones y sugerencias, así como tus consejos a la hora de viajar y fotografiar.


Comments (2)

  1. Elena

    Un gusto “viajar” por la fotografía leyéndote. Buenísimas referencias. Confieso que me muero de ganas de volver a viajar pero tus consejos los podemos aplicar ya. Educar la vista, formarse, respetar, conocerse para contar la visión propia vale para todo. Por mi lado me concentro en olvidar la presión de la “buena foto” y valorar el disfrutarlas.
    Un abrazo

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    • Juan R. Pérez

      Muchas gracias por tus palabras Elena. Creo que has dado en el clavo Elena. Eso es lo más importante, disfrutar el viaje y la fotografía en el sentido más amplio de la experiencia. Otro abrazo para ti también!

      Responder

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