Los Balcanes: en tierra de sangre y miel


Winston Churchill afirmó en una ocasión que los Balcanes generaban más historia de la que eran capaces de asimilar. Cualquiera que tenga un mínimo de conocimientos histórico-culturales sabe que esta es una de las mejores definiciones para este territorio de la Europa sur-oriental. Zona de paso entre oriente y occidente es el punto donde ambas civilizaciones se han abrazado y también enfrentado y resulta imposible no identificar esta zona con la idea de conflicto y guerra. El asesinato del archiduque Francisco Fernando en el puente Latino de Sarajevo a manos de Gravrilo Princip abrió la puerta a la I Guerra Mundial y, en el imaginario colectivo de los que tenemos ya una cierta edad, resuena su más reciente enfrentamiento civil por la extensa cobertura mediática y la enorme calidad periodística de ésta.

Museso Sarajevo Primera Guerra Mundial
Lugar del asesinato del archiduque Francisco Fernando (Sarajevo).

La República Federal Socialista de Yugoslavia surgió tras la Segunda Guerra Mundial como una federación multicultural que integraba seis estados (Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Serbia y Montenegro), además de las provincias autónomas de Vojvodina y Kosovo y Metohija. Durante un tiempo, a través de esta fórmula, se consiguió mantener una cierta estabilidad en la zona y acallar las tensiones separatistas de las diferentes comunidades, en gran medida debido al prestigio del que disfrutaba el hombre fuerte del régimen, el dictador Josip Broz “Tito”.

Retrato Tito Bosnia
Retrato de Josep Brioz «Tito» al lado de la bandera nacional de Bosnia y Herzegovina.

Pero la muerte de “Tito” en mayo de 1982, fue el principio del fin. Al margen de las estrategias e intereses geopolíticos de la OTAN y de las principales potencias europeas, la ausencia del líder carismático dejó huérfana a la población y un vacío de poder que rápidamente fue ocupado por fuerzas separatistas. Todo ello, unido a la caída de la antigua URSS y una fuerte crisis económica, creó el caldo de cultivo perfecto para la violenta disolución de la República de Yugoslavia, a través de una sucesión de guerras que se prolongarían desde 1991 hasta 2001, dando lugar al conflicto más sangriento en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Detrás de esta etiqueta, que por repetida se ha convertido en un tópico, las distintas guerras dejaron un rastro de sangre de más de 200.000 muertos e incontables violaciones de los derechos humanos.

Guerra Mostar Balcanes Graffiti
Pared agujereada por proyectiles en Mostar (Bosnia y Herzegovina).

De todos los conflictos el más complejo y sangriento fue la guerra de Bosnia y Herzegovina (1992-1995) no en vano este era el territorio más complejo de la región, una especie de “Yugoslavia dentro de Yugoslavia”. Más de 20 años después del fin de la guerra civil con los salomónicos Acuerdos de Dayton (1995) las heridas y cicatrices de la guerra son más evidentes en Bosnia y Herzegovina que en ningún otro territorio de los Balcanes. El país sigue dividido política y territorialmente por criterios étnicos entre musulmanes, serbios y croatas en una “tricefalia” que ha dado lugar a una suerte de estado imposible, un Frankenstein político donde siguen existiendo las ambiciones secesionistas y que no salta por los aires por las inyecciones económicas que llegan desde la Unión Europea, en un intento quizás de lavar a base de euros la mala conciencia de su supuesta neutralidad durante el conflicto o, siendo más malpensado, de evitar que las potencias islámicas se planten de forma geoestratégica en su patio de atrás.

Mostar Ruinas Guerra
Edificios en ruinas en Mostar (Bosnia y Herzegovina) fruto de la guerra civil.

Pero los Balcanes son mucho más que sangre y dolor, aunque cualquier aproximación a sus países sería superficial sin conocer aspectos básicos de su historia reciente. La amalgama de religiones, etnias, paisajes, naciones, países, determina un complejo mosaico que por sí solo justificaría infinitos viajes y, aún así, al final de todos ellos las preguntas seguirían siendo más que las respuestas. En los Balcanes occidente se convierte en oriente, Roma en Constantinopla, el imperio austro-húngaro en el otomano, la iglesia católica en la ortodoxa y en el Islam. Todo este crisol no se puede materializar de otra manera que no sea una zona fascinante para los viajeros, sean cuales sean sus aspiraciones y anhelos.

Basta una primera incursión que se preocupe por ir un poco más allá de su fachada de postal mediterránea para que los tópicos y prejuicios se caigan como un castillo de naipes y que quede clara la riqueza histórica, cultural, gastronómica y paisajística de estos países y, ante todo y sobre todo, la genuina hospitalidad y afabilidad de sus gentes. Ese quizás sea su gran valor incalculable y oculto a nuestros ojos ciegos por los estereotipos y, lo que hace a la vez, que no sea capaz de entender cómo pudo correr tanta sangre y tanto dolor entre gentes tan sumamente hospitalarias y cálidas.

Bal (miel) Kan (sangre), quizás nunca una aproximación etimológica había definido tan bien un territorio.*

(Haz «click» en la imagen para ver la galería completa).

Sarajevo Biblioteca

*Tip viajero. Cine, literatura y música son las mejores herramientas (junto con la fotografía) para tratar de aproximarnos a la complejidad del mundo que nos rodea. Qué mejor que un ejemplo de cada una de ellas para radiografiar lo imposible, el retrato del corazón de los Balcanes.

  1. Una película: No man’s land, Danis Tanovic.
  2. Un libro: Un puente sobre el río Drina, Ivo Andric.
  3. Una canción: Kalashnikov, Goran Bregovic.


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