Sakartvelo (Georgia)
Creo que quise ir a Georgia antes incluso de saber que realmente quería ir a Georgia. Recuerdo una tarde, hace muchos años, que vi en una revista una fotografía de un diminuto pueblo incrustado en un valle nevado. En la imagen llamaban la atención unas fortificaciones de piedra que se elevaban imponentes en el poblado, como queriendo alcanzar el cielo. Tardé años en saber de qué sitio se trataba porque la fotografía no tenía pie de página. Era Ushguli, una minúscula aldea de un país que se llamaba Georgia del que, por aquel entonces, apenas conocía su situación en el mapa y su pasado como república soviética.
Cuenta la leyenda que cuando Dios creó el mundo, todas las naciones hacían cola para recibir su lugar en la Tierra. Allí se empujaban unas a otras, discutían y peleaban por ocupar el mejor sitio. Mientras, los georgianos, cansados de esperar, extendieron sus alfombras, sacaron de los canastos los quesos, la carne y el vino, y se pusieron a comer. Se hizo de noche y ellos ni se dieron cuenta. Dios, agotado por la jornada de trabajo, ya se iba a descansar cuando se fijo en el grupo de georgianos, que seguían cantando y celebrando.
– Y estos, ¿quiénes son?- le preguntó el Señor a sus ángeles.
– Son los georgianos.
– Diles que vengan a verme.
Cuando los alegres georgianos se acercaron, Dios se dirigió a ellos con estas palabras:
– Mientras los demás discutían y se peleaban por la tierra, vosotros os divertíais y bebíais vino. Ya he hecho el reparto del mundo. Solo me queda un pequeño rincón, el más hermoso. Quería reservarlo para mí, pero me habéis caído bien y he decidido dároslo a vosotros.
Georgia (Sakartvelo) es un país ubicado en el Cáucaso de apenas 70.000 km cuadrados de superficie, más pequeño que Castilla La Mancha. Pero conviene no dejarse llevar por las apariencias pues, en su engañoso reducido tamaño y quizás fruto de su posición geoestratégica, aglutina una gran heterogenedidad paisajística, cultural y gastronómica.
En apenas 200 kilómetros se puede ir desde las yermas colinas desérticas de la frontera con Azerbaiyán, hasta los imponentes picos nevados del Cáucaso, dejando a los lados praderas vitivinícolas, bosques de hoja caduca, ciudades excavadas en piedra, o la costa del Mar Negro. Pero cercano en términos geográficos no significa necesariamente cercano en términos temporales y para recorrer esos 200 kilómetros si algo se necesita es tiempo, el más preciado por escaso de los bienes cuando se está viajando, y el que siempre hace que te quedes en la piel sin llegar a captar la esencia de un destino.
Esta máxima cobra especial relevancia en Georgia, donde las distancias se miden en horas, no en kilómetros, y donde se corre el riesgo de dejarse llevar por una aparente sencillez que no es tal. Georgia se construye con la complejidad propia de las muñecas rusas. Cuando crees que has descifrado una clave, otra más profunda asoma. Esperando una novedad y la sorpresa, se reproduce lo mismo pero a distinta escala.
Complejo es su alfabeto, de una grafía imposible. Compleja es su fonética, para la cual no están preparadas todas las cuerdas vocales. Compleja es su historia, con un pasado reciente con dos guerras civiles. Y compleja es su población, que se mueve desde la hospitalidad, hasta la indiferencia, pasando por un interés utilitario en el visitante motivado por la eclosión turística reciente.
El país tiene su epicentro en su capital, Tbilisi. Desde lo alto de la fortaleza de Narikala y atravesada por el río Kurá, se puede ver cómo Tbilisi se disfraza de la modernidad propia de las ciudades venidas a más. A pie de calle, es fácil encontrarse con edificios de diseño vanguardista, con amplias avenidas donde los peatones son persona non grata y con locales de ocio y restauración “chic” para divertimento de la pujante juventud local y de los turistas deseosos de experimentar las mismas sensaciones con independencia del lugar del mundo en el que estén.
Pero Tbilisi esconde también un alma genuina, la que se encuentra en sus mercados locales callejeros, en sus incontables iglesias donde siempre se está celebrando una boda, o en su decadente casco histórico de casas con balconadas de madera que descansan, a veces literalmente, unas en las otras.
Desde Tbilisi, Georgia se extiende a lo ancho y sobre todo a lo alto, ofreciendo numerosas posibilidades que pivotan siempre alrededor de su legado histórico-cultural, de la naturaleza y de la religión, no en vano alguno de los primeros asentamientos del cristianimo tuvieron lugar aquí. Uno de ellos es Mtskheta. Ciudad de nombre impronunciable, se ubica en un bucólico paraje en la confluencia de los ríos Kurá y Aragvi, a apenas una hora de Tbilisi, y es capital originaria del reino de Georgia y sede de la Iglesia Georgiana.
Más al norte, la mítica carretera Transcaucásica pone asfalto a lo que en origen fue la ruta de la Seda. Con un tráfico convulso y una sucesión infinita de curvas imposibles, esta carretera serpentea de forma valiente, por no decir temeraria, el gran Cáucaso para desembarcar cerca de la frontera rusa en otra localidad de nombre impronunciable, Stepantsminda. En una colina cercana, se alza una capilla, que por entorno y localización, se ha eregido merecidamente con el título de símbolo del país. La Iglesia de la Santa Trinidad (Tsminda Sameba) es la imagen exportable en forma de postal de Georgia y foco de peregrinaje para devotos cristianos y alpinistas, aunque por motivos bien diferentes.
El Cáucaso continúa su extensión por todo el norte de Georgia y entre los picos de sus cordilleras se esconden algunos de los valles y parajes más idílicos del país. Pero idílicos desde la perspectiva acomodada de un viajero occidental que está de paso, porque la vida allí es dura, casi inhóspita, especialmente en los meses más crudos del invierno. La orografía, las pésimas e intermitentes comunicaciones y la climatología, terminan por definir una zona tan asombrosa como salvaje, que semeja haberse quedado congelada en el tiempo.
Esas mismas cualidades parecen haberse trasladado a sus habitantes y a su cultura, forjando un carácter recio, endogámico, a prueba de invasores y durezas, que ha sobrevivido hasta nuestros días como una cápsula antigua de tradición salvaguardada de interferencias. Pero nada es eterno, y lo que no han conseguido invasores ni climas extremos, lo está logrando una industria turística incipiente pero exponencial, a la que se aferran los “svans” y que amenaza, para bien y para mal, con cambiarlo todo. Incluida la supesta hospitalidad de sus gentes.
El mejor ejemplo es el valle de Svaneti, enclave geográfico donde están localidades icónicas como Mestia o Ushguli. A lo largo de sus laderas se salpican imponentes los «koshkebi», fortalezas medievales de piedra que se alzan hacia el cielo compitiendo con los picos de las montañas. Estas singurales construcciones fueron utilizadas como baluartes defensivos ante las invasiones foráneas, como residencias donde pasar las partes más duras del invierno, o como refugio de familias en las habituales y sangrientas venganzas y disputas entre clanes locales. Estas torres, combinadas con el enclave natural donde se encuentran, dibujan en el viajero una estampa difícil de olvidar. Si “París bien vale una misa”, los koshkebi bien valen un viaje a Georgia, aunque te dejes la espalda en los caminos, te juegues la integridad física en manos de ebrios y kamikazes conductores locales y tengas que lidiar con la decepción de que las cosas, a veces, no son como las habías imaginado.
Pero la riqueza de Georgia no se agota solo en sus iglesias y parajes naturales. Kutaisi es la tercera urbe en importancia del país y, lejos de la pretenciosidad de Tbilisi, se descubre familiar, juvenil y cercana. Una de esas localidades donde no pasa nada y eso lo significa todo. De camino a Kutaisi está Gori, ciudad gris que vio nacer a un tipo más gris todavía, Iósif Vissariónovich Dzhugashvili más conocido como Iosif Stalin. Y al sur, cerca de la frontera con Turquía, otra localidad que pondrá de nuevo a prueba todas tus habilidades fonéticas: Akhaltsikhe. Desde allí se debe visitar Vardzia, una ciudad excavada en piedra que te hace entender que Georgia no se extiende solo a lo alto y a lo ancho, si no que también lo hace hacia dentro. Construida en la época de la reina Tamara hace más de 1000 años como fortificación para defenderse de las invasiones mongolas, Vardzia es una auténtica colmena rocosa con más de 6000 estancias agujereadas en la piedra.
Podría decirse que el Cáucaso es el fin del mundo. Allí terminan Asia y Europa, Oriente y Occidente, el Norte y el Sur. Georgia es fruto de esa dualidad, de esa dicotomía que tiene que ser entendida en el sentido más amplio de término. Por un lado mira hacia Europa con cierto optimismo, pero en su espalda pesa aún sobremanera el legado soviético, el Gran Hermano ruso y una sociedad eminentemente conservadora y tradicional.
Georgia es a su vez víctima y verdugo de su posición geoestratégica y de su pasado reciente, con heridas pendientes de cicatrizar y con muchos retos que, junto con sus recursos naturales, dibujan un futuro esperanzador sobre todo en el plano turístico, baza a la que ha apostado gran parte de su viabilidad futura y en la que corre el peligro de morir de éxito.
Finalmente fui a Georgia. Pude ver las diminutas aldeas nevadas con torres imponentes, ese territorio que cuenta la leyenda estaba reservado a Dios. Los georgianos están convencidos de que su país es excepcional y, con estos antecedentes, no es para menos. Pero puede también que los georgianos estén equivocados. El que más y el que menos, cuenta con una leyenda que suele involucrar a alguna divinidad para justificar que su tierra es la mejor.
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*Tips viajeros:
- A pesar de su reducido tamaño no subestimes el país. Muchos viajeros optan por un rápido recorrido de dos semanas para ver Armenia, Georgia y Azerbaiyán. Craso error. Cada uno de ellos merece una visita por separado y con el tiempo suficiente que, casi siempre, será menos del que merecen.
- Un libro: Un buen lugar para morir. Historias del Caúcaso. Wojciech Jagielski. Una aproximación a medio camino entre la crónica periodística y viajera al convulso pasado reciente del país. De este libro está transcrita la leyenda del origen de Georgia del artículo.
- Una película: en realidad dos, o una y media. El cortometraje Sovdagari: el comerciante acompaña a un mercader ambulante por los pueblos de Georgia. Conviene verlo en versión original para captar la complejidad fonética del idioma y, de vez en cuando, activar los subtítulos en georgiano para dejarse sorprender por su grafía. Está disponible en Netflix. La película Dede narra alguna de las crudas tradiciones de los pueblos montañosos del Caúcaso. Está disponible en Filmin.
- La persona que inventó el kachapuri tiene ganado el cielo en la tierra.
Ya sabrás que el euskera es una de las lenguas más antiguas del mundo y muy probablemente la más antigua de Europa. Además, nadie puede asegurar de dónde procede. Pues bien, los vascos que han viajado por Georgia aseguran que muchas de las palabras georgianas se parecen a las vascas y que si te abstraes de la conversación, parece que hablan en euskera. Es una impresión vivida por los vascos al oír hablar a los georgianos y por los georgianos al oír hablar a los vascos.
¿Tendrán una raíz común?
Sí, había odído hablar de eso, allí incluso, igual que las conexiones que tienen con la originaria Iberia. De hecho, cuando vayas, si dices que eres de Bilbao te lo recordarán, porque creo que está hermanda con Tbilisi.
Hola. Soy Larisa naveriani de Georgia. específicamente de svaneti mis raíces mi padre nació allí. hay una versión y muchos científicos sostienen que el svan y el vasco tienen la misma raíz. No tengo ninguna duda al respecto, pero no puedo entender quién emigró primero. Creo que naverani y naveran son el mismo apellido. no hay muchos naveriani en Georgia, y lo más interesante es que mi apellido no significa nada en georgiano o en svan. Me pregunto si puede asimilar algún significado de este apellido en Bass. por favor ayúdame a besarme con mi apellido.
Hola Larisa! Hasta donde he podido averiguar Naverán es un apellido cuyo origen está en la zona norte de España (País Vasco, Navarra, alto Aragón) con lo que de nuevo existe una interconexión País Vasco-Georgia. En España, es normal que los apellidos hagan referencia a la zona geográfica donde una familia noble, que es la que toma el apellido, se ha establecido. Para mayor curiosidad en este caso, este apellido es también de una familia que tiene viñedos y se dedica al negocio del vino, cosa que es muy habitual también en tu país. Espero haberte ayudado Larisa.
Gracias por pasarte y comentar.
Un abrazo desde España.